miércoles, abril 13, 2011

Hipstamatic - El candidato

Se te ve agotado. Cansadísimo. Y tú me lo vas a negar. Las personas agotadas, en un primer momento, no aceptan su desaliento. Eso es de primero de psicología. Pero alguien tendrá que decirte que esa lentitud en el parpadeo te delata. También la falta de armonía que habitualmente hay entre tu indumentaria y ese perfume herbáceo, húmedo, casi de reptil. Es como si entre una cosa y otra hubiera una grieta abisal, un cuarto de las ratas. Además, cuando hablas, escupes. Y no es agradable, créeme. Desde hace un tiempo, tienes facilidad para que las palabras huelan mal. Bueno, no es exactamente eso. Es como si al pronunciarlas las sometieras a una trepanación. Las dejas inservibles, exhaustas, quietas como cadáveres. Y si no es así, explícame qué querías decir la ultima vez que  gritaste confianza, igualdad, compromiso, respeto y austeridad.  Determinadas palabras, blandidas desde según qué lugares y por según qué personas, suenan a carcajada espasmódica. Y ése, quizá, sea tu caso. Además de una pena, claro. Por favor, mírate los colmillos. Esculpidos, salvajes, heridos por el sueño y la nicotina. Dicen que están huecos porque tienen que estarlo: así inoculan puro vacío. Lo más difícil es determinar en qué momento, cuál fue el gesto o qué decisión tomaste para desencadenar ese cansancio que ahora erosiona tu escaso brío. Y todo parece indicar que llegó con la lentitud propia de los fenómenos naturales. Igual que se resuelve de cabeza un problema matemático. Del mismo modo que uno escribe su nombre y lo pronuncia incontables veces a lo largo de una vida. Y eso, aunque te parezca mentira, también me trae agotamiento a mí. Ya no es una cuestión de que no crea ni en tus respuestas y ni en tus soluciones. Es algo previo: no creo ni en tus preguntas ni en tus problemas. Se te ve agotado y tristísimo en mitad de la arena. Te he observado en la foto –casi siempre es la misma-, y te entregas, sonriente, al abrazo de unas ojeras como las tuyas, de unos hombros idénticos a los tuyos, de un aliento que podría confundirse con el tuyo. Juegan en mi mismo equipo, te dices. Los abrazas una vez más. Y vuelves a sonreír. Foto. No me vengas con que las encuestas están de tu parte. Has perdido tantas veces aquí que ganar puede ser la peor de tus derrotas. Hazme caso: date un respiro. Ya te has hecho con el descrédito del eterno candidato. Es suficiente.

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