miércoles, junio 27, 2007

Cambios

'La casa del nadador' está a punto de cumplir un año. Y se avecinan cambios. Pretendo hacer un blog más dinámico y participativo; más fresquito para los meses de verano. Pero para ello me gustaría contar con tu opinión. Pinchando en el siguiente link y rellenando la encuesta que aparece me facilitarás las cosas. No te llevará más de un minuto. Muchas gracias a todos por este primer año de 'La casa del nadador'.

http://www.encuestafacil.com/RespWeb/Qn.aspx?EID=122284

domingo, junio 17, 2007

Adicciones inconfesables

Sparring político

Reconozco que me siento intranquilo. Desde hace ya algunas semanas, me acompaña a todas partes el runrún de una pregunta que salió de boca de un amigo, mientras almorzábamos en plena campaña electoral. ¿De verdad te gusta escuchar lo que dicen los líderes políticos?, me preguntó a bocajarro. Yo, como es evidente, no moví un músculo ante una pregunta de esa índole. Pero él debió deducir la respuesta y, rápidamente, comenzó a hablar de la inconveniencia de regar el césped a plena luz del día.
Hoy, en estas líneas me libero y reconozco abiertamente que sí. Que siento una atracción mórbida por palabras como candidatura, programa electoral, zonas verdes, recalificación, hoja de ruta, equipo de gobierno, coche oficial, viviendas para jóvenes y yo te prometo lo que tú quieras si me votas. Y esto, aunque no esté demasiado orgulloso de decirlo, lleva tiempo siendo así.
Habrá quien piense que lo que debería de hacer es echarle arrojo y emplearme decididamente en una imparable y meteórica carrera hacia la concejalía de urbanismo. Pero, con sinceridad, no creo que se trate de eso. Lo mío es más una cuestión de espectador, de puro sparring político, de testigo ocular en la escena del crimen. Por eso soy capaz de dejar de hacer cualquier cosa por escuchar a un político prometerme que mi vida va a ser mejor si le doy una oportunidad.

Entrevista televisiva

Mi formato predilecto es la entrevista televisiva. Te permite analizar la escena con mayor serenidad, atención y cautela. Uno puede mirar a los ojos del candidato sin miedo a que le reconozca y se quede con su cara; uno está más preparado para detectar dónde reside la fragilidad y la ternura de la que siempre hablaron sus familiares; uno llega a invitar a casa al presidente del gobierno, al líder de la oposición o al alcalde de su ciudad con la naturalidad con que se manda un mensaje de móvil.
Estos días atrás, después del retorcido comunicado de ETA, el presidente del gobierno, Rodríguez Zapatero, y el líder de la oposición, Mariano Rajoy, concedieron sendas entrevistas en distintas cadenas de televisión. Y como es obvio, yo, durante los días previos, andaba más contento que unas castañuelas porque iba a sentarme cara a cara con cada uno de ellos. Además, estaba convencido de que pronunciarían binomios del tipo lealtad / deslealtad, traición / fidelidad, Yo sí / Tú no, política penitenciaria / cesión ante el chantaje, practica Cuatro / la fuerza del cinco.
Me va a perdonar el señor Mariano Rajoy, pero como no me concedieron el permiso en el trabajo, por mucha instancia sensiblera y afectada que cumplimenté, me quedé sin verlo y escucharlo. Sí estuve, en cambio, frente al presidente del gobierno, que fue entrevistado a una hora quizá más jornalera. Y la verdad es que su intervención no tuvo desperdicio.
El día que Iñaki Gabilondo éramos todos, Rodríguez Zapatero osciló desde un lánguido desencanto hasta un enfado atrevido. Se mostró, en algunos momentos de la entrevista, muy dolido con el partido mayoritario de la oposición, blandamente nostálgico con aquellos tiempos de unidad contra el terrorismo y optimista con el futuro. Pero, lo que no es tan normal, es que dejara entrever, como pudimos comprobar, cierto pataleo rabioso, un nos vemos a la salida del colegio, una decepción tan dolorosa como irritante. Por eso se atrevió a asegurar que la postura del PP iba a ser la misma hasta el final, o que no todo el mundo –refiriéndose a Rajoy- pensaba y sentía la política como él, o que se han dedicado a mentir insistentemente para sacar rentabilidad electoral.
Lo cierto es que ese tono irritado de Zapatero me gustó. De hecho, percibí en algún momento un leve golpe de su puño contra la mesa. Pero no lo puedo garantizar. Lo que sí es verdad es que, desde casa, intenté azuzarlo aún más para ver si se acordaba de Acebes o Zaplana. Esos que nunca hablaron con ETA, que no hicieron política penitenciaria con los presos etarras al acercarlos al norte, ni que les suena la etiqueta de Movimiento de Liberación Vasco. Porque ellos, curiosamente, sólo son, creen y se deben al Pacto por las libertades y contra el terrorismo. Made in ZP.

Juan Manuel Gil

miércoles, junio 13, 2007

Verano y oposiciones

Esporas estivales

Lo siento. Pero por mucho que algunos se empeñen en defender que el verano no revienta hasta el veintiuno de junio, algunas pruebas, más que contundentes, demuestran algo distinto. Basta con que echemos un vistazo a nuestro alrededor para comprobar que el verano, con su mano lánguida y su paso desmayado, ya está recorriendo plazas y carreteras; aparcamientos y oficinas; heladerías y azoteas. Se extiende con la efectividad con que lo hace un estornudo o un manto de polvo después de volar por los aires un edificio. Viaja, se posa y desprende sus esporas estivales.
Caeríamos en un error sin pensásemos que la manifestación del verano se reduce a una subida considerable de la temperatura, un protagonismo especial de sol y piscina o un deseo irrefrenable de encontrar la costa, a pesar de los embotellamientos que conlleve. Todos sabemos que el verano es mucho más que todo eso. Es, fundamentalmente, una cuestión de actitud.
El verano llega con el despunte del corazón, las largas caminatas contra los triglicéridos, la depilación láser, las canciones de amor consumado, las mentiras a tu vecina en el ascensor, las cremas hidratantes de bronceado gradual, el alivio de las alergias y la voz nasal, el bajo el ala aleve del leve abanico, el reparto de la tarta municipal, el equilibrio de la lipotimia en los andamios, las banderas azules ondeando, las facturas de la luz, la puerta del frigorífico, el riego por goteo, el aroma a zanahoria, el tinto de verano, las mosquiteras en el ventanal, el césped artificial en las rotondas y el se me hicieron las tantas hablando en la puerta de casa.

Oposiciones

Como pasa con casi todo, la llegada del verano está estrechamente asociada a la experiencia íntima y cotidiana de cada uno de nosotros. Nuestro trabajo, costumbres, relaciones afectivas, cobertura de móvil, emisoras de radio, metabolismo y tipo de piel, entre otras cosas, trazan un atlas muy particular de esta estación. Para cada uno distinto. Para todos, sin duda, especial.
En mi caso, desde hace algunos años, se ha sumado a mi red de coordenadas un punto sin el que ahora mismo no podría entender la llegada del verano. Se trata de las oposiciones de ingreso al cuerpo de maestros de educación primaria o profesores de educación secundaria. Por cuestiones laborales, cuando se aproxima junio, al mismo par que lo hace el lino, la manga corta y las duchas de agua fría, muchos de mis compañeros dan un latigazo a su ritmo vital y parecen trasladarse a otro plano de la existencia; justo donde reside nuestro reflejo sobre el agua.
El cerco de sus ojos toma tintes violáceos. Protegen con uñas y dientes la parte de su cerebro donde reside la memoria y las capacidades de análisis y cálculo. En el bolsillo interior de la chaqueta siempre hay una nota de agradecimiento por si se alzan con el premio. Otra de despedida. Velan los bolígrafos que utilizarán el día que los dejen solos en la playa. Y pronuncian palabras que a este lado de la vida se enredan en la lengua, trabucan sus letras y anestesian su sentido. Programaciones, decretos y unidades didácticas. Insomnio, euforia y pánico escénico.
Lo sé porque he pasado por todo ello. Porque, con la mezcla de desasosiego y esperanza, he descoyuntado el tiempo y el espacio; he vuelto del revés la salida y la puesta de sol. Y no he tenido más remedio que acabar creyendo en el esfuerzo y estar predispuesto al lametón de la suerte. Como casi todos los que deciden vivir un trago parecido.
No soy partidario de dar consejos porque nunca terminé de creerme los que a mí me dieron. Pero sí de desear toda la suerte que trae consigo la llegada del verano. Ese que no tarda en gobernar nuestras salidas de casa y activa no sé qué antioxidantes en la piel. Pues eso. Dejen que la llegada del verano les relama y engatuse. No garantiza nada. Pero suele sentar divinamente.

Juan Manuel Gil