lunes, agosto 13, 2007

Un verano en el polo norte

Conquistadores

Ocurre a primera hora de la mañana. Algunos de nuestros jubilados se calzan las chanclas, cogen los bártulos, enfilan el paseo marítimo y clavan sus sombrillas en primera línea de playa. Se trata de una ceremonia de colonización cada vez más extendida que busca trazar los límites que escapan a la ley de costas. El trozo de tierra que va desde aquí hasta allí me pertenece, parecen decir los que dibujan una línea imaginaria que une la sombrilla con la hamaca, pasando por el cubo, la toalla, el perro, el protector solar y la señora del bañador estampado. Los ayuntamientos ya se han puesto manos a la obra y piensan sancionar a quienes practiquen estas artimañas que hacen añicos la conciencia cívica. Todo lo contrario que Rusia. Sí, el país del gas natural, el polonio, la Plaza Roja, las juventudes de Putin, el líquido anticongelante, el vodka y la estación espacial. Allí, analíticos ellos, han observado el curioso proceder de nuestros mayores y lo han aplicado a su insaciable sed de expansión. De este modo, han tripulado dos pequeños submarinos o batiscafos (Mir-1 y Mir-2) hasta alcanzar 4.302 metros de profundidad en las aguas del Polo Norte y han clavado su bandera –de titanio para soportar la erosión- en un intento de dejar claro lo que es de cada uno. Expertos en política exterior y geopolítica aseguran que una bandera no basta para pedir la soberanía. Pero, ¿y si hubiesen clavado una sombrilla de titanio a más de 4000 metros de profundidad?

Desacuerdos

Yo estaría dispuesto a borrar mi nombre de la faz de la tierra y adoptar el de Cajamar si me ofreciesen esos cuatro millones de euros. No irían a parar a gradas supletorias, pero a buen seguro que la inversión sería muy provechosa y refrescante. Lo que ocurre es que cuando el nombre que tienen que cambiar es el de un estadio la cosa no resulta tan sencilla. Conozco el asunto por lo que he leído en diferentes medios de comunicación; evidentemente no he tenido acceso a las reuniones de negociación y, quizá, de haberme invitado tampoco habría asistido. Pero la idea que más ha calado en mí ha sido la de un berrinche a los pies de la incubadora. Es decir, de cómo le ponemos al niño si tiene los ojos del padre pero la madre es quien lo amamanta. La caja de ahorros, que es la entidad que iba a acarrear con esa suculenta manutención, insistía en que se llamase como ella, como la madre, Cajamar a secas. Cosa que parece lógica si hay cuatro millones de por medio y un ascenso a primera división en el cielo de la boca. Y el señor Megino, que fue quien orquestó los Juegos del Mediterráneo desde aquel cargo que le rebanó al alcalde en el último momento, dice que tiene que llevar apellidos: o Mediterráneo o 2005. Así que nos encontramos con el primer número circense de la temporada: el primer partido de liga a la vuelta de la esquina, una entidad bancaria ofreciendo una cantidad más que suculenta para un club recién ascendido, un Megino empeñado en que el estadio tenga rima y un alcalde que ve venir lo que tantos dolores de cabeza le trajo durante la legislatura pasada. Mientras, los aficionados se preguntan dónde está el problema, qué es lo que realmente produce el desacuerdo entre el Ayuntamiento y la entidad bancaria.

Pesquisas

El perro de mi vecino, el que fue secuestrado a raíz de un artículo publicado en estas mismas páginas (17/07/07), sigue sin aparecer. Mis incursiones en el núcleo duro del vecindario, aunque se vienen desarrollando con bastante agilidad, no están dando el resultado esperado. Se han recibido dos notas y una llamada que no dio tiempo ni a atender y ni a localizar, pero que se ha incluido en el mapa de pesquisas. Mi vecino, aunque se le nota visiblemente afectado, no ha perdido la esperanza de encontrar al autor de estos hechos. Sí, han leído bien. En los tres últimos encuentros que he tenido con él, no ha mencionado ni ha aludido una sola vez al pastor alemán y a su presumible salud maltrecha. Insiste en encontrar al responsable de esta desgraciada situación. Repite una y otra vez los nombres de algunos vecinos. Hurga en la basura lo que para él puede ser una pista delatora. Y, cada vez que lo escucho hablar, me recuerda a esas películas del oeste donde, por muy tranquila que pareciera la noche, iban a tener que cerrar las ventanas a cal y canto y llevar a los niños a sus habitaciones.

Juan Manuel Gil

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues, ¿qué quiere que le diga? Me uno a Alfredo Relaño y me considero un romántico del fútbol (y quizá de todo - aunque es poco rentable, lo sé) y me parece horrible ese cambio de nombre del Estadio del Mediterráneo.

Quizá el problema radica en la propia esencia del fútbol actual y de sus clubes, convertidos en sociedades anónimas. Desde ese punto de vista, tiene toda la lógica del mundo la propuesta, pero algo falla en este mundillo. El fútbol nunca será asimilable a una empresa de papel higiénico. En él entra la pasión de la gente, las aficiones, los colores, una identificación personal y familiar, casi un sentimiento de pertenencia social, etc. Y actualmente sólo es un negocio en manos de vete tú a saber quién.

Me parece increíble ver a gente llorando (de alegría y tristeza) cuando le ocurre algo a su equipo y pensar que eso sólo son números en una cuenta corriente. Ahora mismo sólo hay fans de empresas.

Prefiero un Almería en la última división, pero con jugadores de la tierra e identificación de tus colores, no esto otro.

Anónimo dijo...

va por el señor megino que quiere los euros de cajamar pero no quiere cambiar el nombre al estadio ya esta bien que se jubile y se marche para jaen que es donde debia de estar

Anónimo dijo...

En la web de Marca han hecho una encuesta para ver quién considera la gente que es el máximo candidato al descenso: el 50% vota por la UD Almería!!!!!!!

Lo del nombre del estadio debe ser tan sólo, más o menos velado, una cuestión de dinero. Como lo del abono que me saqué el otro día.

El romanticismo hace tiempo que se desintegró en un cajero automático.