miércoles, junio 13, 2007

Verano y oposiciones

Esporas estivales

Lo siento. Pero por mucho que algunos se empeñen en defender que el verano no revienta hasta el veintiuno de junio, algunas pruebas, más que contundentes, demuestran algo distinto. Basta con que echemos un vistazo a nuestro alrededor para comprobar que el verano, con su mano lánguida y su paso desmayado, ya está recorriendo plazas y carreteras; aparcamientos y oficinas; heladerías y azoteas. Se extiende con la efectividad con que lo hace un estornudo o un manto de polvo después de volar por los aires un edificio. Viaja, se posa y desprende sus esporas estivales.
Caeríamos en un error sin pensásemos que la manifestación del verano se reduce a una subida considerable de la temperatura, un protagonismo especial de sol y piscina o un deseo irrefrenable de encontrar la costa, a pesar de los embotellamientos que conlleve. Todos sabemos que el verano es mucho más que todo eso. Es, fundamentalmente, una cuestión de actitud.
El verano llega con el despunte del corazón, las largas caminatas contra los triglicéridos, la depilación láser, las canciones de amor consumado, las mentiras a tu vecina en el ascensor, las cremas hidratantes de bronceado gradual, el alivio de las alergias y la voz nasal, el bajo el ala aleve del leve abanico, el reparto de la tarta municipal, el equilibrio de la lipotimia en los andamios, las banderas azules ondeando, las facturas de la luz, la puerta del frigorífico, el riego por goteo, el aroma a zanahoria, el tinto de verano, las mosquiteras en el ventanal, el césped artificial en las rotondas y el se me hicieron las tantas hablando en la puerta de casa.

Oposiciones

Como pasa con casi todo, la llegada del verano está estrechamente asociada a la experiencia íntima y cotidiana de cada uno de nosotros. Nuestro trabajo, costumbres, relaciones afectivas, cobertura de móvil, emisoras de radio, metabolismo y tipo de piel, entre otras cosas, trazan un atlas muy particular de esta estación. Para cada uno distinto. Para todos, sin duda, especial.
En mi caso, desde hace algunos años, se ha sumado a mi red de coordenadas un punto sin el que ahora mismo no podría entender la llegada del verano. Se trata de las oposiciones de ingreso al cuerpo de maestros de educación primaria o profesores de educación secundaria. Por cuestiones laborales, cuando se aproxima junio, al mismo par que lo hace el lino, la manga corta y las duchas de agua fría, muchos de mis compañeros dan un latigazo a su ritmo vital y parecen trasladarse a otro plano de la existencia; justo donde reside nuestro reflejo sobre el agua.
El cerco de sus ojos toma tintes violáceos. Protegen con uñas y dientes la parte de su cerebro donde reside la memoria y las capacidades de análisis y cálculo. En el bolsillo interior de la chaqueta siempre hay una nota de agradecimiento por si se alzan con el premio. Otra de despedida. Velan los bolígrafos que utilizarán el día que los dejen solos en la playa. Y pronuncian palabras que a este lado de la vida se enredan en la lengua, trabucan sus letras y anestesian su sentido. Programaciones, decretos y unidades didácticas. Insomnio, euforia y pánico escénico.
Lo sé porque he pasado por todo ello. Porque, con la mezcla de desasosiego y esperanza, he descoyuntado el tiempo y el espacio; he vuelto del revés la salida y la puesta de sol. Y no he tenido más remedio que acabar creyendo en el esfuerzo y estar predispuesto al lametón de la suerte. Como casi todos los que deciden vivir un trago parecido.
No soy partidario de dar consejos porque nunca terminé de creerme los que a mí me dieron. Pero sí de desear toda la suerte que trae consigo la llegada del verano. Ese que no tarda en gobernar nuestras salidas de casa y activa no sé qué antioxidantes en la piel. Pues eso. Dejen que la llegada del verano les relama y engatuse. No garantiza nada. Pero suele sentar divinamente.

Juan Manuel Gil

9 comentarios:

Juan Manuel Gil dijo...

¿Qué trae tu verano bajo el brazo?

Anónimo dijo...

Escapadas y reencuentros (y a Dios gracias...)

Afortunadamente no paso por unas oposiciones (de momento, porque tarde o temprano llegarán)

Gracias por tu Blog

Juan Manuel Gil dijo...

amigo anónimo1, escapate de vez en cuando durante este verano para reencontrarnos en la casa del nadador, rica en cloro y en gorros elásticos.

Anónimo dijo...

Para mí el verano, visto desde estos días de final de curso, se ha presentado casi siempre como un extenso espacio de luz y de calor y un territorio que poblar de vegetación y ríos de alta montaña. El que se aproxima lo veo lejos porque me lo oculta una celebración familiar, feliz pero estresante, que tendrá lugar en ese momento en que la primavera madura astronómicamente y se convierte en estío.
Cuando me instale en él pienso ocuparlo en lo que he hecho otros años: leer los libros que me miran desde la estantería, pedalear lo que pueda... La experiencia de muchos veranos ya vividos me dice que todos los proyectos aparcados durante el año no llegaré a realizarlos. Ya cuento con ello.

Juan Manuel Gil dijo...

amigo fandecabellera, quizá sí podamos cumplir uno sencillo, a nuestro alcance: tomarnos una cervezas a la luz de las lámparas que se recargan con la luz solar.

Anónimo dijo...

Mi verano trae un trailer, no exactamente pero casi. Todo lo que llega en estos cortos meses no cabe debajo de un brazo, ni siquiera de muchos de ellos.
Estos días ya llegan con plásticos, con tomates, con camiones, con tractores, con rumanas, con ordenes, con motores y con cabezaditas en el taburete de la cocina provisional. Vienen con perros, conejos, cabras, gallinas, gatos y algunos vecinos del cortijo.

Y para llenar esos huecos también echó el verano en su trailer: zapatos, plantas, primas, libretas, residencias, bolígrafos, trabajos a media jornada, Inglés, lencería, apuntes, sartenes, lavadoras, algunos temas de Historia de España, hospitales, compromisos, jornadas de rol, un móvil que peca de gula y una bolsita de aseo.

Y además, como arena y agua para rellenarlo todo, unas decenas de libros con la letrita tierna y páginas temblorosas, fiesta y feria a finales de agosto, recuperaciones a la semana siguiente, visitas ineludibles, proyectos manuales y quejas, muchas quejas de que nunca dejo tiempo para nadie que no sea yo.

En fin, un verano completito.
Como verás, no hay hueco para la playa. Otro año más, ya van tres.


Además cuento con la inevitable costumbre de que siempre surge algo más.

Anónimo dijo...

El verano trae sal, cómo no, y recuerdos, como cada verano. Siempre lo empezamos acordándonos de los veranos pasados, sin prestar demasiada atención al que ahora vivimos para al final no acabar entendiendo que el de ahora, el presente, será aquél en el que repararemos quizá pasadomañana. Así pues, imagino que lo que trae el verano es una malla con nudos de grosor variable que cambia de verano a verano.

isthar dijo...

Espero que este verano me traiga bajo el brazo mucho yo,mucho, mucho yo. Y aunque parezca raro, eso espero encontrarlo haciendo que todo me resulte nuevo: el olor a algas, a sal, el sol bronceador, las sonrisas gratuitas, las grandes esperanzas, los reencuentros, ..., incluso, la nueva venida del invierno.

Juan Manuel Gil dijo...

isthar, ilusionan tus intenciones. sirvan estas aguas ricas en nutrientes para que todo se haga raíz, tallo, flor.